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Gusano (parte 1)


El mundo quedó en shock, y no era para menos, una situación como esta por si sola era tremenda, pero con todo lo que conlleva que durante estos últimos años el fenómeno zombie se haya popularizado las cosas llegaron a otros límites. Y aunque se fue dando poco a poco, la humanidad no dudó en aterrarse desde el principio y colapsarse poco a poco.

Muertos que regresaban a la vida atacando a cualquier ser vivo que se les cruzaba en el camino convirtiendo a su víctima en uno más de la creciente legión que se extendía por todo el mundo. Si mal no recuerdo fue unas semanas antes de navidad cuando todo este asunto de los zombies explotó en su totalidad. Mucha gente como era de esperarse lo relacionó con el fin del mundo y en todos lados se podía respirar un tipo de miedo colectivo, un miedo que no era solo por los zombies, sino por lo irónica que puede resultar la realidad, era como estar viviendo en un mundo donde ya todo era posible y no solo por el hecho de estos seres de fantasía alcanzaran la existencia real sino porque también como en las películas los casos más graves sucedían en Estados Unidos, mas especifico en la zona de Luisiana y Misisipi.

Un fenómeno muy importante de mencionar es que había gente que viajaba desde zonas que aún no estaban “infectadas” a donde el problema era crítico, sobre todo a la región que ya mencione solo para vivir la aventura de cazar zombies, aquello era una locura. En un principio no les fue tan fácil hacerlo, ya que el ejército no permitía el acceso a zonas en desgracia, además de que la armada de este país solo se limitaba a aislar y no a atacar. Esto cambió después de que el gobierno tras de un no tan convincente debate concluyo que los zombies habían perdido todo rastro de humanidad que les pudiera ayudar para ser protegidos por la constitución.

Esto aunado a que en este país es más fácil comprar un arma que un auto. El gobierno permitió que los civiles participaran en el ataque, sobre todo porque en un principio, no parecía tan riesgoso el enfrentarse a la amenaza con armas, incluso el ejército abrió un tipo de división civil, algo así como un comando paramilitar, para regular los actos de los civiles (nacionales y extranjeros).

Aquí en México como en todo el mundo el pánico se apoderó de las calles, pero tampoco fue tanto a comparación de otros lugares ya que aquí aún no se había registrado ningún altercado referente a los zombies, tal pareciera que los zombies que le tocaban a México se pasaron la frontera hace años, decía la gente a forma de broma, y así fue durante mucho tiempo.

Después de la declaración de guerra de parte del gobierno americano y toda la armada civil hacia los zombies, los mexicanos confiamos aún más en que nada malo iba a pasar, yo de haberlo sabido antes no hubiera aceptado el trabajo que tenía en ese tiempo.

Vivía en ese momento en un pueblo muy pequeño en Oaxaca junto a Alejandra, los dos soñábamos con salir del pueblo y conocer el mundo, pero los estudios los interrumpimos por cosas diversas de la vida y ahora solo nos quedaba trabajar, ella en un bar donde aprendió a ser coctelera y yo en un cementerio viejo como enterrador… Más bien como excavador, yo iba todas las tardes a abrir nuevas fosas para extraer osamentas y cambiarlas de lugar o hacer algún otro arreglo. El cementerio era el más viejo de la región y lo estaban remodelando, para abrirlo como museo y así incrementar el turismo.

No fue fácil comenzar a trabajar ahí, sobre todo si crees en fantasmas y cosas por el estilo, porque aunque también me considero un hombre que cree en la ciencia y la lógica, la verdad no es cualquier cosa. Además, con los sucesos mundiales recientes ya no se sabía que esperar, bien podía salirme un zombie o una bruja podía chuparme. Las primeras tardes me retiraba antes de que empezara a oscurecer, y como solo era yo en todo ese terreno de tumbas, no había nadie que me lo impidiera o que se burlara por mi “jotería”.

Pero uno le toma cariño a las cosas, por más raras que sean, y yo ya tomaba mi trabajo como una válvula de escape. Cuando las cosas andaban mal con Alejandra mi refugio eran las tumbas, le decía que simplemente tenía más trabajo de lo normal y me iba al cementerio a platicar con los muertitos, a echarme un trago o simplemente a leer lo que fuera.

Una maldita (o bendita) tarde me quedé dormido al interior de una fosa, la tierra estaba fresquecita y así sin quererlo me fui acurrucando en ella, con eso de que se dice que la tierra es nuestra madre, me sentí abrazado y poco a poco fui cayendo en un sueño muy profundo. Y soñé, como nunca había soñado. El centro del mundo era el nido de un gusano, uno que llevaba ahí desde el inicio, era un gusano sabio, porque se alimentaba de todo lo que moría. Algo lo despertó, e hizo que se moviera después de siglos de estar en paz.

Comenzó a avanzar, venía directamente a mí, cada que pasaba una capa de tierra iba perdiendo su enorme tamaño, y cuando por fin salió a la superficie, tenía el tamaño de un gusano cualquiera. Yo estaba dormido y sin dudarlo un momento me hizo una mordida en el costado por la que se metió Me despertó un dolor muy fuerte en las costillas, pero no pude encontrarme nada, incluso Alejandra me revisó y no encontró nada. Pero no pude dejarlo ir, seguía pensando en el sueño y lo raro del dolor.

Le conté mi sueño al jefe de Alejandra, era buena persona con nosotros y a veces se sentaba a platicar y a aconsejarnos, él me dijo que era algo normal, que la gente sueña a veces más de lo que quisiera, y que deberíamos de preocuparnos más por los zombies, pues ya se estaban dando casos en todo México, y que el gobierno no estaba haciendo nada, además corría el rumor de que los Estados Unidos estaban desviando las hordas de muertos vivientes hacia el sur de la frontera, ya que a pesar del ataque del ejército y su subdivisión, los zombies no estaban siendo frenados. También tuvo mucho que ver la confianza que tuvieron en un principio, creyendo que eran algo fácil.

Esa noche no pude dormir, el cuerpo me dolía mucho, pero no quise preocupar de más a Alejandra, ya que a ella si le pego mucho lo de los zombies, desde un principio, cuando todo era como un rumor me decía que tenía un mal presentimiento.

A la mañana siguiente con mucho sueño fui a arreglar una tubería al bar, y en el camino todo el dolor que había sentido en la noche se centró en el estómago, fue insoportable, me doblé y comencé a gritar, la gente se espantó y hasta llamaron a la policía, pensando que era el primer caso de zombie en todo Oaxaca, la cosa no pasó a mayor, y el dolor poco a poco fue disminuyendo hasta solo quedarse como una sensación muy aguda de hambre. Por lo mismo me dispuse a comer algo, pero apenas tocó mi boca la torta de jamón comencé a vomitar. Mi asco era brutal, pronto me di cuenta que no había alimento en el mundo que no me diera un asco de muerte. Y mi hambre seguía en aumento.

Estaba entrando en un especie de trance, me estaba convirtiendo en algo y no sabía qué hacer, eso combinado con la noticia que llegó al pueblo de que ya habían visto zombies en el pueblo más cercano. Mi mente comenzó a jugarme bromas hasta llegar a la conclusión de que yo mismo me estaba convirtiendo en uno y mi única idea fue irme a esconderme del mundo al cementerio. El hambre que traía estaba volviéndome loco, pero lo más curioso fue que esa fuerza dentro de mi parecía guiarme en una dirección, y cuando mi razón y mi entendimiento cedieron a mi necesidad me dejé llevar, parecía que alguien más dentro de mí me llevara al principio trotando y al final corriendo en dirección al otro pueblo. Eso y mi aspecto me hicieron confiar en que no era un zombie… era algo más, pero no un zombie.

Mi velocidad era mayor a la que jamás tuve, poco a poco comencé a oler algo, algo que me hacía babear, algo que me daba más energía para seguir. Aparte de ese dulce olor el aire olía a pólvora. Pronto pude ver a lo lejos el pueblo que se consumía en llamas, comencé a chocar con mucha gente que corría en la dirección contraria, todos me veían con horror y extrañeza.

Y ahí estaban, jamás había visto uno más que en televisión y a mucha distancia. ¡Eran zombies! comiendo gente, avanzando poco a poco, dejándolo todo en completa destrucción.

No tenía miedo, incluso cuando los tuve a medio metro de mí, lo único que tenía era hambre, y era hora de saciarla, uno de ellos se abalanzó sobre mí, tirándome una mordida, pero antes de que pudiera si quiera tocarme yo ya tenía mis dientes en su yugular y como aspiradora a todo lo que da lo consumí. Pudo darme asco, pero estaba en un éxtasis tal que recuerdo estar llorando de la alegría, era una sensación extraña, difícil de describir, era como si toda mi vida hubiera tenido esta hambre y no lo sabía hasta hoy. Mis movimientos eran rápidos y certeros, uno a uno fui consumiéndolos hasta que no quedó ninguno, en total fueron treinta, ¿dónde me cupieron? Eso era lo menos importante, lo importante y estremecedor es que ¡aún tenía hambre!

Al parecer no hubo testigos, cuando acabe con ellos, solo sentía un extraño mareo que hizo que me desmayara. Cuando desperté estaba en una especie de refugio en un puesto militar, la gente no sabía a donde habían ido los monstruos y eso le preocupaba a todos.

Después de regresar a casa y tratar de vivir lo más normal que se podía en ese ambiente de miedo y desorden pensé que el hambre que tenía no iba a volver, incluso los primeros días después de lo que paso quise creer que todo había sido un sueño, pero pronto descubrí que no. El hambre aunque no tan intensa como la primera vez estaba ahí constante, el problema surgió cuando Alejandra notó que no comía y que todo me producía un asco grosero.


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