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¿Sirve el activismo en las redes sociales? Los retos de la simulación digital según Byung-Chul Han.

Hasta ahora ya se han planteado varias posturas sobre lo que sucede en los medios digitales, la forma en la que se articula el diálogo y si este puede o no provocar acciones comunitarias que provoquen cambios tangibles en la sociedad, o bien que generen movimientos sociales constantes y profundos. En ese sentido cabe preguntarse sobre otro fenómeno que hoy en día, en el contexto actual en el que un virus ha aislado involuntariamente a la mayor parte de la población mundial, ha aparecido; la protesta digital. ¿Sirve de algo protestar en los medios digitales/redes sociales?


Las circunstancias actuales han acelerado y aportado una transparencia probablemente nunca vista en nuestras dinámicas de convivencia con los medios digitales, aislados, frente al monitor, toda nuestra cotidianidad se ha volcado totalmente a la red, a lo digital. Es así como, en este contexto de aislamiento involuntario, la vida en el mundo ha seguido su rumbo, su camino, aunque ahora los usuarios están supeditados al monitor, ya sea de sus celulares, de la pantalla de la laptop, el monitor de la computadora de escritorio o incluso la TV. Esta situación ha arrojado nueva luz sobre nuestra relación con los medios digitales, en algunos casos la ausencia de voluntad para convivir con esta normalidad, ha supuesto nuevos problemas para entender las relaciones generadas en la cotidianidad al depender de los medios digitales como plataformas de contacto con la realidad externa, el trabajo, la educación, el ocio, todo ha sido trasladado obligatoriamente a una realidad que no reconocemos como tangible, como física y que sin embargo llegamos a considerar como tal.


En esta convivencia con la nueva normalidad, varios sucesos han detonado las protestas masivas en los medios digitales, y una de ellas en específico ha acaparado la temática en la red durante las últimas semanas, las movilizaciones sociales que se detonaron en consecuencia al asesinato del ciudadano afroamericano George Floyd nos arrojaron una nueva oportunidad de análisis de los medios digitales y su capacidad de generar acción y protesta.


Tanto en la obra de Byung Chul-Han, como en la de Jean Baudrillard a la que hemos hecho mención, encontramos dos conceptos fundamentales para entender cómo se da este proceso de protesta en los medios digitales. En un primer caso tenemos la definición que hace Han sobre el concepto de masa, quien influenciado por la psicología de las masas de Gustave Le Bon, toma la idea del pensador francés, para quien la masa es, ese ente producto de la modernidad y su aparición define uno de los puntos más cambiantes de la historia de la humanidad. Las masas, dice Le Bon “fundan sindicatos, ante los cuales capitula todos los poderes, bolsas de trabajo que, pese a las leyes económicas, tienden a regir las condiciones laborales” y prosigue [...] “la rebelión de las masas conduce tanto a la crisis de la soberanía como a la decadencia de la cultura. Las masas dice Le Bon, son destructoras de la cultura.” En el concepto de las masas de Le Bon, estas son significado de transiciones, aparecen en los momentos críticos del pensamiento humano reclamando su lugar, siguiendo esa línea Chul-Han considera la época actual, como la época de la masa digital, “la nueva masa es el enjambre digital” , en un giro de interpretación, Han distingue el enjambre digital del concepto de masa al que Le Bon hace referencia, para el filósofo coreano el enjambre digital de hoy en día no tiene ningún espíritu, ninguna alma, en la antigua masa estas características si estaban presentes y eran congregadoras y unificantes. Sin embargo, el enjambre digital consta de individuos aislados, en ella “los individuos particulares se funden en una nueva unidad, en la que ya no tienen ningún perfil propio”.


La capacidad de los medios digitales de concebir este enjambre al que Han hace referencia, está orientada desde la hiperrealidad a la que después Baudrillard hace referencia. En el pensador francés, la masa “es la esfera cada vez más densa donde implosiona todo lo social y es devorado en un proceso de simulación ininterrumpido” ante estas definiciones es interesante ver cómo sucede el proceso en el cuál se articula un fenómeno de protesta desde los medios digitales, especialmente si tomamos en cuenta también el concepto de lo que Han define como Hikokimoris, es decir personas que viven al margen de la sociedad. Por ejemplo, alguien que pasa el día entero ante los medios audiovisuales, apenas sin salir de casa, y que podríamos identificar a algunos de ellos hoy en día como influencers. Estos personajes que hoy en día pueden pasar de ser representantes de un grupo dominante, a activistas sociales en cuestión de minutos, pues en el escenario de lo hiperreal al que Baudrillard hace alusión y que después identificamos también con Han en la sociedad del espectáculo, este tipo de transiciones son necesarias para mantener el perfil individual al que he aludido desde el principio de este texto.


En el enjambre digital, donde se detonan estas manifestaciones de solidaridad y de movimientos digitales, su transición a lo real depende de múltiples factores, para Han el problema reside en que “sus modelos colectivos de movimiento son muy fugaces e inestables, como en los rebaños constituidos por animales. Los caracteriza la volatilidad. Además, con frecuencia actúan de manera carnavalesca, lúdica y no vinculan.” Ya he comentado que en este apartado la visión pesimista de Han no es del todo acertada, y me gustaría añadir también que los movimientos sociales que tienen su origen en la viralización de sus demandas, usualmente son carcomidos por el mismo enjambre digital, y esto se debe a que el nacimiento de la protesta es fruto de la viralización de un contenido por lo general audiovisual, y pocas veces está acompañado de un discurso ideológico firme que sustente o guíe durante un tiempo prolongado el proceso de protesta para trasladarlo del mundo digital, al mundo exterior. Ahora bien, ¿Son posibles los cambios tangibles desde los medios digitales, y de ser así cómo se generan?


Pues bien, la protesta digital solo servirá si mantiene las características arriba mencionadas, y en estos casos su duración y el acompañamiento ideológico que congregue y unifique debería ser la principal preocupación, usualmente los movimientos sociales digitales son conformados y viralizados también por estos Hikokimoris a los que Han alude y que terminan por afectar la visualización y cristalización de estos, esos son algunos de los obstáculos.


Esta visión un tanto oscura de la utilidad de las protestas no intenta para nada desalentarlas, o exagerar su ineficacia, sino que arroja luz sobre algunos de los acontecimientos recientes, ¿Cuánto tiempo duró el tema de #BlacklivesMatter, como trending topic a nivel mundial? ¿Qué ha sucedido con las protestas? ¿Tuvieron un impacto real en el problema sistémico que representa la brutalidad policiaca en los EE. UU? Es probable que en el mejor de los casos como suele suceder, sea un tema reproducido en los medios digitales con fecha de caducidad, es una verdadera tristeza, pero así es como funciona el enjambre digital, en la cantidad impresionante de información que se genera al instante, es difícil que estos temas si se quedan en los medios digitales logren realizar una transición de larga duración en el mundo exterior. Ambos activismos deben correlacionarse y acompañarse durante todo el tiempo. Sin embargo, las condiciones que denuncia Han sobre el enjambre digital siguen triunfando en su aparición y dominación de los medios digitales y sus dinámicas.


En un apartado menos oscuro también aparece la aportación de Hardt y Negri, quienes consideran el concepto de “la multitud” que se caracteriza a diferencia del enjambre de Han, de contener “una composición de singularidades que se comunican entre si y actúan en común a través de la red. Se opone al imperio dentro del imperio.” Tanto Hardt como Negri, comparten la idea de Adorno y de la escuela de Frankfurt, del sistema de dominación ejercido por el poder (en este caso imperio global) que somete al individuo y suprime el sentido de colectividad. Pero Han también responde a las ideas de Hardt y de Negri, explicando a través de su teoría de la auto explotación que “lo que caracteriza a la actual constitución social no es la multitud (como Hardt y Negri afirman) sino más bien la soledad. Esta constitución está inmersa en una decadencia general de lo común y lo comunitario [...] la erosión de lo comunitario hace cada vez menos probable una acción común.”


Byung Chul-Han desenreda y habla crudamente de esta sensación de individualización y egoísmo que inunda los medios digitales y la interacción del usuario con la realidad exterior. En la última pregunta sobre ¿Este activismo en los medios digitales y sus efectos, son más fruto del sentido hedonista, característico de la sociedad virtual hoy en día? Podríamos con facilidad responder que en gran medida sí. Por ello también es importante hablar del concepto de simulación de Jean Baudrillard, pues en esa misma línea el pensador francés expone la suplantación de lo real por los signos de lo real. Y en ese camino la estrategia de lo real es la hiperrealidad, una estrategia de disuasión que termina por manipular y controlar a las masas y priorizar la privatización del ser individual. Es este egoísmo e individualismo el que permea en gran parte de los medios digitales, es una sociedad hiperconectada que vive en una comunidad inmensa de internautas que deciden por cuenta propia subsistir en micro realidades que les aíslan de forma voluntaria de la realidad exterior. Producto de un sistema que prioriza la explotación del “yo” ante la simulación creada por ese mismo “yo” de un mundo donde prevalece la imagen.


Así en un último intento por entender al enjambre digital y su relación con la acción en el mundo digital. Byung Chul-Han recurre a Hannah Arendt para describir el proceso en el que la acción se convierte casi en un milagro. Arendt, dice Han, “entiende la acción como la capacidad de poner un principio, es decir, el poder de hacer que comience algo completamente diferente.

Actuar, por tanto, significa poner (hacer) un nuevo comienzo, hacer que se inicie un nuevo mundo. Así Han entiende que, en ese sentido, “ante los procesos automáticos a los que está sometido el mundo, Arendt indica que la acción equivale a un milagro”. Es posible, y que cuando esto sucede, surge la esperanza y la confianza. Sin embargo, hoy en día nuestra acción está entregada a procesos automáticos de simulación, pues en el mundo digital, ¿Somos nosotros mismos quienes tomamos nuestras decisiones? ¿Quiénes somos en el mundo digital? Estas preguntas pueden responderse cuando entendemos que los algoritmos hoy en día siguen siendo parte de una estructura dominante, que se dirige a si misma, y que en consecuencia ofrece un abanico de herramientas que facilitan la auto explotación y la auto dominación. Así entendemos que “lo narrativo pierde importancia considerablemente. Hoy todo se hace numerable, para poder transformarlo en el lenguaje del rendimiento y de la eficiencia. Así, hoy deja de ser todo lo que no puede contarse numéricamente.”


El ser humano ha sido despojado de su “ser” en el mundo digital, se ha convertido en algoritmo, y hasta donde se aprecia, dicha transición ahora se da de manera voluntaria. Por eso la acción que se genera en los medios digitales como respuesta a las crisis sociales exteriores, pocas veces tiene el efecto requerido, el mar digital tiene sus bondades al respecto y puede convocar con fuerza a cualquier conjunto de individualidades, si se lo propone, y si éstas se conforman en una gran unidad coherente que contenga demandas similares que representen sus intereses, apoyados de un sustento ideológico. Pero, tristemente la realidad del mundo digital es otra, las redes son agresivas y si bien pueden ofrecer alternativas positivas que puedan aportar cambios profundos en eventos disruptivos de la realidad exterior, lo cierto es que también están supeditadas a un aparato que se actualiza a sí mismo, y que permite la perfecta maquinaria de lo que Jean Baudrillard mencionó como la simulación. La suplantación de lo real por los signos de lo real.


Tampoco es que no crea en las múltiples alternativas que ofrecen los medios digitales en aras de crear comunidades, que tejan redes de apoyo en múltiples campos, pero habría que preguntarse la profundad de los cambios que éstas ofrecen ante la multiplicidad de problemas que existen, y a los que se enfrentan. Son estos cambios, de ser que los haya duraderos, y de ser así, cuales fueron las características de su éxito. El enjambre digital también trabaja y se mueve de tal forma que lo estático va en contra de su naturaleza, el constante cambio es parte de su esencia, va de acuerdo con el trending que dicten los algoritmos, a la urgencia de consumir lo viral, lo efímero, deglute información al por mayor y de la misma forma la desecha. Ese es el enjambre digital, amorfo, dinámico, efímero, agresivo, así como aparece en la Shitstorm, desaparece.

El ser humano va perdiendo la batalla en contra de los medios digitales, que como bien expone Han, han llegado para ofrecer un nuevo tipo de esclavitud, la auto impuesta, una simulación de la libertad, que es mucho más dañina de lo que parece, pues subsiste en burbujas que contienen el eco, el ruido de una realidad exterior que sigue cambiante y que tiene efectos reales y tangibles sobre la cotidianidad de la sociedad. El panorama no es positivo, la hiper individualización de la sociedad y del medio digital ha terminado por ejecutar un sistema que parece no tener fin, al menos no ahora. Pues ofrece justo lo necesario para descargar las frustraciones en la cantidad necesaria para seguir efectuando, una dominación, sin dominación. La auto explotación, y la auto dominación. En ese círculo de intercambio, no se necesita más.




Referencias:

Cultura y Simulacro. Jean Baudrillard.

El enjambre. Byung Chul-Han

Roncallo-Dow, S. “Muchedumbre, artes y política. Byung-Chul Han y las racionalidades comunicativas contemporáneas”.


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