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¿Quiénes son los Talibanes y por qué EE.UU no pudo contra ellos?


Es imposible entender el surgimiento de los talibanes sin entender el marco geográfico, social y cultural que caracteriza a esta región de Asia Central; donde desde hace siglos se levanta un país que presume de nunca haber sido conquistado. No obstante, es preciso recordar que Afganistán se encuentra en un enclave geoestratégico que ha suscitado interés durante largo tiempo entre las potencias, pues se sitúa en el paso natural de Asia Central al lejano Oriente utilizado en la antigua Ruta de la Seda. En 1904, el político y geógrafo inglés Mackinder elaboró una teoría que encuadra perfectamente con las disputas entre diferentes países por el dominio de Afganistán. Se trata de la Teoría del Heartland, por la cual quien dominase el eje Asia Central-Rusia Central-Siberia estaría en condiciones de dominar la totalidad de Asia (e incluso Europa), pudiendo llegar obtener una posición de privilegio en el dominio mundial.



Puede decirse sin temor que Afganistán es un estado tapón que ha puesto freno a las ambiciones de imperios como el británico y el soviético, constituyéndose como un país que nunca ha sido dominado por ninguna potencia extranjera. Por otro lado, Afganistán se ha caracterizado por una mezcla étnica que ha dado lugar a una composición poblacional fragmentada, dificultando crear un Estado que posea una fuerte unidad nacional. El país está ocupado mayoritariamente por los hazaras de Afganistán Central, que destacan por ser chiitas en un país dominado por el sunismo y por hablar dari; los tayikos en el oeste (hablan dari); uzbekos; turcomanos; kirguises en el norte del país (hablan lenguas de la rama turca de Asia Central); y finalmente los pashtunes, ubicados en el sur y en el oeste, quienes hablan su propia lengua, el pashto. Además, los pashtunes representan el grupo étnico mayoritario, siendo la base de los posteriores talibanes.


Toda esta violencia que ha marcado al país en multitud de luchas explotó de manera inusitada tras la guerra que expulsó a los comunistas de Afganistán. Desde Occidente se vendió la imagen de que el país era un caos, por lo que EE. UU. decidió intervenir apoyando a los muyahidines en su lucha por el restablecimiento de un Estado islámico puro. Lo que siguió a estos hechos fueron décadas de miseria y desolación en Afganistán, en donde EE. UU. dejó de importarle el asunto afgano, cosa que pagará muy caro tras la aparición de los talibanes.


Los Talibanes, radicales islámicos en su máxima expresión, crearon un Estado pobremente estructurado en donde la Sharia sería el eje principal. Por otro lado, para mantener de alguna manera cierta legitimidad en el gobierno, los talibanes encontraron el apoyo de Paquistán y Arabia Saudí. Lo cierto es que, tras las muchas injerencias de potencias extranjeras en Afganistán, subyace la idea de que hay algo mucho más grande detrás, y no es otra cosa que las potenciales riquezas de petróleo y gas sin explotar. Su entrada en la escena internacional se produjo en 1994 tras la toma de Kandahar. Antes de la guerra, los islamistas no gozaron del apoyo de la sociedad afgana, pero tras ésta, todo estaba dispuesto para la fácil entrada de este nuevo aparato armado.


Los Talibanes, plural de Talib (estudiante del islam), habían surgido del establecimiento de refugiados en la frontera con Paquistán. Recibieron en las madrasas paquistaníes una educación bajo un fuerte radicalismo islámico, en donde el cumplimiento de la Sharia llegaría hasta límites desconocidos hasta ese momento. El líder del movimiento talibán era el mulá Omar, destacando su figura por su gran religiosidad. Aprovechando la fragmentación del país en diferentes territorios gobernados por Señores de la Guerra (Rabbani, Ismael Khan, Hikmetyar, Dostum), los talibanes irrumpieron con una fuerza inusitada tomando sin apenas resistencia Kandahar en noviembre de 1994. Tras la conquista, vino la implantación de la ley Sharia más restrictiva del mundo musulmán.


El proceso de legitimación del mulá Omar continúo con su nombramiento como Amír-ul Momineen o “jefe de los fieles”, un título islámico que le convirtió en el líder de la yihad y emir de Afganistán. Rabbani aguantó bien la arremetida, pero la ayuda de Pakistán a través del ISI (Servicio de Inteligencia), y la de Arabia Saudí con sus servicios secretos, ayudaron a que el 26 de septiembre de 1996 Kabul cayese en manos talibanes, siendo asesinado el expresidente Najíbula.


Sin duda uno de los aspectos que más abochornó a Occidente fue el trato dado a las mujeres por los talibanes. La mujer desapareció de la esfera pública y sus comportamientos son reprimidos, siendo obligada a llevar Burkha. Afganistán dejó de ser un país que respetaba sus tradiciones antiquísimas, las cuales que comprendían entretenimientos, a pasar a un “estado de excepción” decretado por los talibanes, donde cualquier comportamiento considerado como impuro era duramente castigado. En cuanto a las fuentes de financiación, los talibanes se lucraron del tráfico de heroína, representando un amplio porcentaje en el tráfico mundial de esta sustancia.


Fue la aparición de Bin Laden la que situó en el mapa realmente a Afganistán. Lo cierto es que el alumbramiento de radicales islámicos fue impulsado por EEUU para derrocar el comunismo, y por Arabia Saudí para expandir el wahabbismo. De este modo, entre 1982 y 1992, acudieron a Afganistán miles de radicales islámicos entre los que se incluía el saudí Bin Laden. Posteriormente, en 1989, estableció Al Qaeda o Base Militar, como un centro de servicios para los afganos árabes y sus familiares. En 1996, logró regresar a Afganistán consiguiendo la amistad del mulá Omar e inició el entrenamiento de radicales islámicos de cara a una auténtica Revolución Islámica que comenzó con los ataques en el WTC en 1993, y el de las embajadas de EEUU en África en 1998.




Al Qaeda se propuso destruir todo lo construido por EEUU, consiguiendo sacudir el corazón financiero Nueva York y el Pentágono con los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. Desde este momento, comenzaría la “caza” de Bin Laden dirigida por la administración Bush con la pronta invasión de Afganistán, presunto refugio del líder de Al Qaeda, fracasando este propósito hasta que en 2011 una operación consiguió finalmente acabar con Bin Laden en Pakistán.




George Bush en el momento en que fue avisado del ataque a las torres gemelas en la ciudad de Nueva York. 2001

Por último, habría que señalar el interés de diferentes países por hacerse con los abundantes recursos energéticos que se encuentran aún sin explotar. Todo comienza cuando dos compañías petroleras se mostraron interesadas en la construcción de un gaseoducto que permitiese transportar el gas de Turkmenistán, atravesando Afganistán. Esto permitiría a este país de Asia Central romper su tradicional dependencia de Rusia, y favorecer su apertura y unión a EEUU. El juego de alianzas estaba servido. Las compañías en cuestión fueron la argentina Bridas y la norteamericana Unocal. Finalmente, tanto Unocal como Bridas se dieron cuenta de que el proyecto era inviable por la situación de inestabilidad de la región y por el cambio de actitud de EEUU, ahora centrado en la captura de Bin Laden.


En referencia al comportamiento adoptado por Paquistán durante toda la década de los 90 con respecto a los talibanes, hablamos sin duda de un apoyo encubierto, proporcionado por el ISI y por el Gobierno. Estos, en lugar de traer beneficios a un país ya de por sí calificado por algunos como un “estado fallido”, lo ha lastrado en su desarrollo social y económico.

Otro de los conflictos que subyacen en el litigio afgano, es el enfrentamiento no bélico entre Irán, único estado chiíta del mundo, y Arabia Saudí. Irán apoyaba sin reservas a los hazaras en Afganistán, ya que eran chiítas, mientras que Arabia Saudí (en su intención de expandir el wahabismo), apoyó a grupos pashtunes radicales enfrentados a los afganos chiitas.

La reciente derrota del estado afgano a manos de los talibanes ha refrendado la inexistencia de un sentimiento de unidad nacional, la fragmentación étnica y la constante injerencia de potencias extranjeras. A priori, pudo parecer que la intervención de potencias occidentales bajo su organización armada, la OTAN, llevó al restablecimiento de la democracia en Afganistán, pero lo cierto es que sus actividades no han traído la estabilidad al país ni la erradicación total de los talibanes.


Por último, la dependencia del gobierno afgano en la CIA se tradujo en un fomento del negocio de la seguridad privada en el país. Otros desastres fueron la nula llegada de la ayuda económica internacional a los necesitados, siendo la mayor parte derivada a la creación de ejércitos privados y la corrupción de cargos públicos. Del mismo modo el tráfico de drogas siguió sin erradicarse.


EEUU consciente de que el conflicto afgano estaba próximo a convertirse en un “Nuevo Vietnam”, ordenó la retirada progresiva de sus tropas a partir de julio de 2011. Ya en su momento estaba claro que esto podría traer a largo plazo consecuencias inesperadas, pues la clase política afgana como sus fuerzas armadas eran claramente inmaduras para enfrentarse a los talibanes.

Todos estos factores junto a la reciente retirada total de las tropas de EEUU en el país, ha supuesto una sorpresiva ofensiva de los talibanes que en menos de un mes han conseguido el control de la casi totalidad del país, a excepción del enclave norteño del Panjshir.





Puede considerarse que la ocupación estadounidense y el establecimiento de un gobierno “democrático” afgano ha sido un rotundo fracaso, tanto militar como económico. A pesar de contar con un ejército armado y entrenado por EEUU, modernas armas y asesoramiento militar, el débil ejército afgano ha claudicado sin mostrar prácticamente resistencia, haciéndose cargo los talibanes de un jugoso arsenal que sin duda utilizarán para consolidar su emirato islámico. Tras la retirada estadounidense, las cartas están de nuevo en juego, ¿Conseguirá China expandir su influencia en Asia Central? ¿Qué países explotarán los valiosos recursos que oculta el suelo afgano? ¿Afganistán será de nuevo un refugio para el terrorismo?


Demasiadas cuestiones que verán su respuesta en los próximos meses, pues todo parece indicar que los talibanes cuentan con el suficiente apoyo tanto interno como internacional, siendo muy posible la instauración de un nuevo formato de emirato islámico en donde la Sharia ejercerá de corpus legislativo.

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