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La Rebeldía como Esperanza.



Lo único más grande

que el amor a la libertad

es el odio a quien te la quita.

Ofelia Fernández.


La situación política y social del mundo parece alborotada en las últimas semanas, empleando una expresión un tanto eufemística. Varios son los lugares que nos vienen a la mente con solo mencionarlo: Chile, Líbano, Bolivia, España, Brasil, Hong Kong… No parece alcanzarnos el tiempo para analizar o comprender esta oleada de revolución, si es que podemos llamarla así. Entrar a explicar pormenorizadamente cada una de estas situaciones sería una tarea titánica para un espacio que exige cierta premura. Los cinco países que he mencionado tienen una localización distinta, formas de gobierno distintas y, podríamos decir que, sus reivindicaciones no son las mismas. No obstante, hay un fenómeno común que llama la atención y que puede provocar nuestra curiosidad: la rebeldía.


En España, la irresponsabilidad del Gobierno de Rajoy, que subestimó gravemente la capacidad de movilización del independentismo y la gravedad del desafío secesionista durante años, renunciando incluso a la discusión de las tesis independentistas en la esfera pública, ha marcado el desarrollo de una escisión todavía latente. Además, el desbordamiento popular del movimiento independentista y la creciente influencia de las redes sociales, acabaron venciendo el pulso a los líderes independentistas. Iniciaron un movimiento que, llegado el momento, no pudieron controlar. La aprobación de la Declaración Unilateral de Independencia de Cataluña (DUI), aunque sin efectividad alguna, obedeció a esta clave. Y ahora, tras las pasadas elecciones nacionales del 10 de noviembre, nos encontramos con una tabla política compleja, de la cual se prevé que derive en una quimera de acuerdos para que la izquierda logré imponerse a una extrema derecha fortalecida. Muchos se preguntan las causas del crecimiento de la extrema derecha, quizás como una posible consecuencia de las corrientes internacionales o como una reacción natural dentro de la evolución histórica del país. Lo cierto es que estamos en el camino correcto si lo analizamos como respuesta a una crisis identitaria desencadenada por el conflicto catalán y la inmigración, cuyo eco ha sido perfectamente captado por un discurso facilón y demagógico de la extrema derecha.


Mientras tanto en Bolivia seguimos dibujando la sombra de un cuop d’Etat “no oficial”. La actual presidenta Jeanine Áñez ha decidido dar inicio a su mandato con la Biblia y la cruz en la mano, enviada para salvar al Estado boliviano. Estas imágenes evocan, siguiendo un análisis marxista, a la percepción de la religión como el “opio” del pueblo, como un arma ideológica en manos de las clases dominantes. Aunque podríamos darle un enfoque neofuncionalista y entender el apego a la religión de forma más dinámica, en relación con los procesos de legitimación de la autoridad, la expresión de la queja por parte de los dominados, los intereses de clase y de las estrategias individuales. En Bolivia, la oposición ha tomado estos símbolos como arma para hacer valer sus pretensiones y defender un cambio ideológico, al mismo tiempo que no sólo releva sino denigra la simbología indígena que representa a la mayoría de su población.


Paseo del Prado. La Paz, Bolivia.

Paseo del Prado, La Paz, Bolivia. 15-11-2019


Por otro lado, alguna de las medidas que ya ha anunciado la nueva presidenta ha sido derogar la sentencia constitucional que permitía la repostulación, para cerrar un reclamo de los opositores y perfilar las futuras elecciones. No obstante, las movilizaciones de los partidarios del expresidente Evo Morales no se han hecho esperar, y es que la oposición no puede subestimar el apoyo de una parte mayoritaria del pueblo de Bolivia al ex mandatario. Estas rebeliones no sólo tratan de visualizar el golpe de Estado, sino también reclaman la defensa de los derechos indígenas que habían construido durante estos casi 14 años de gobierno.


Si continuamos perfilando el levantamiento del pueblo latinoamericano contra la opresión, no podemos olvidarnos de Chile. Tras casi un mes de protestas el Gobierno no ha logrado controlar el orden público, mientras la oposición pidió una nueva convocatoria de la asamblea constituyente para modificar la actual Constitución de 1980. La mayoría de los partidos de la oposición recogió el llamamiento a la paz del presidente y, como consecuencia, se han producido diálogos entre los distintos sectores para intentar dar una salida institucional a la crisis. Aunque la situación sigue sin grandes cambios.


En Brasil, el actual presidente Jair Bolsonaro, que ocupa el cargo desde inicios de este año, se ha encargado encarecidamente de marcar diferencias con sus predecesores. Una de esas diferencias, que parece tener su homóloga en Bolivia, es la complicidad con la Biblia como instrumento legitimador del incremento de la violencia institucional y del extractivismo. La salida de Lula Da Silva de prisión, tras 19 meses encarcelado por corrupción, ha tenido una repercusión inmensa en el país. Este acontecimiento ha generado todo tipo de especulaciones sobre qué hará el expresidente al que la justicia dejó fuera de las últimas elecciones. Los apoyos con los que cuenta son tan fervientes como sus detractores. La situación es incierta pues aún debe ser juzgado por la condena que le insta a otros 11 años de prisión, mientras su defensa sostiene que es víctima de una “caza de brujas”.


La violencia ha llegado para quedarse, o eso parece. Pero no es un fenómeno nuevo en América Latina, la violencia siempre ha estado presente, dependía de quien la ejerciera, contra quién y en qué ámbito. Ahora son los movimientos populares quienes toman el control y la emplean contra gobiernos o dirigentes que parecen no querer escuchar sus reclamos. En palabra de un periodista: “La pobreza no llora, la pobreza no tiene voz. La pobreza sufre, pero sufre en silencio. La pobreza no se rebela. Encontraréis situaciones de rebeldía sólo cuando la gente pobre alberga alguna esperanza. Entonces se rebela, porque espera mejorar algo. En la mayor parte de los casos, se equivoca; pero el componente de la esperanza es fundamental para que gente reaccione. Ryszard Kapuscinski. Los cínicos no sirven para este oficio. Sobre el buen periodismo".


Municipio "El Alto", La Paz, Bolivia.

Municipio "El Alto", La Paz, Bolivia. Sector con la mayor presencia de simpatizantes de Evo Morales. 14-11-2019


En el Líbano el movimiento popular está cerca de cumplir un mes del inicio de su movilización, y por desgracia ya se ha cobrado su primera víctima mortal. Lejos de discursos conciliadores, el presidente Aoun ha anunciado a los manifestantes que tienen la posibilidad de emigrar si no les gustan sus dirigentes. Además, el gobierno confirmó en entrevistas que está tomando medidas para contentar a todos los que se han movilizado en su contra sin recibir una contraparte. No obstante, la corrupción y la represión siguen siendo la tónica que claman los manifestantes que desde este miércoles cierran filas entorno a la primera víctima del conflicto, que se ha se ha convertido en un símbolo de las protestas. La raíz del problema es más compleja de lo que logramos visualizar en la lectura rápida de un titular. Las medidas represivas y la radicalización política, implican necesariamente respuestas por parte de la sociedad civil. No podemos olvidar la propaganda que lanzan detractores y partidarios de cada bando, donde se aprecian mensajes enraizados en el odio y desprecio al otro. Como bien expresan los antropólogos, Marc Augé y Jean-Paul Colleyn: “La radicalización de posturas en campos contrarios determina la implicación física, el paso al acto y la explicación de violencia. En la mayoría de los casos la propaganda política se enraíza en la historia, hace suyos unos motivos del pasado para elaborar con ellos un montaje, una moderna mitología que puede desembocar en un programa de exterminación del otro, como en Ruanda” Marc Augé y Jean-Paul Colleyn. Qué es la antropología.


El cerco de Pekín sobre Hong Kong continúa. Las protestas iniciaron hace más de cinco meses y se recrudecen en las universidades. Los polémicos cambios apuntan a que el Gobierno chino afianzará su autoridad y lo que han llamado “seguridad nacional” en el territorio autónomo, mientras los hongkoneses claman por más democracia y mantener su autonomía. Uno de los puntos clave del enfrentamiento lo encontramos en el proceso de selección y de cese de los jefes del Gobierno autónomo. Hasta el momento, el jefe de Gobierno es elegido por un comité de notables entre dos o tres candidatos, casi todos ellos con vínculos con Pekín y del agrado del Gobierno chino. Los ciudadanos no tienen la posibilidad de presentar un candidato, una de las principales demandas que planteaba hace cinco años el Movimiento de los Paraguas, precursoras de las protestas actuales. El único objetivo que parecen haber logrado hasta el momento corresponde con un polémico proyecto de ley de extradición. Pero todavía falta resolver una larga lista de exigencias, donde encontramos entre otras la puesta en libertad y sin cargos de los casi 3.000 manifestantes detenidos, así como una investigación sobre la actuación abusiva de la Policía. Pekín no parece dispuesto a renunciar a su preciado control sobre el importante destino comercial.


Quizás con el tiempo el análisis de estos acontecimientos nos lleve a otras conclusiones, o podamos obtener de ellos la evolución y no involución de un mundo marcado aún fuertemente por la discriminación y la violación de los Derechos Humanos. Un mundo donde siempre hay vencedores de la violencia y el caos, donde los pueblos que se rebelan mantienen la esperanza de lograr que su voz se escuche entre el ruido de la injusticia.


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