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Elegía a Jeremy Corbyn (y al laborismo británico)

Cuando era joven y comenzaba a interesarme por la política descubrí a una banda galesa llamada Manic Street Preachers. Una banda rarísima, con canciones rarísimas plagadas de referencias que no entendía. Me llevo un buen tiempo completar los rompecabezas necesarios para comenzar a entenderlos. Era una banda diseñada para nunca encajar, para llegar antes o después, nunca a tiempo. Con el avance del tiempo y tras una serie de tragedias vividas, los Manics asumieron una pausa permanente, el vértigo de los primeros años fue reemplazado por calma y nostalgia. Los jóvenes revolucionarios se convirtieron en adultos responsables que producían discos buenos a secas, con nada excepcional, buenos y ya. En su estudio de grabación conservaban una figura de Aneurin Bevan, ¿Quién diablos era Aneurin Bevan? Un político gales que ganó gran notoriedad en el partido laborista británico, fue Ministro de Salud de 1945 a 1951, principal artífice en la construcción del Servicio Nacional de Salud, lo supe algún tiempo después. Ciertamente, los Manics siempre fueron más ambiguos que revolucionarios. Al inicio quisieron ser fuerza transformadora, luego, simplemente quisieron mantenerse en un mundo en el que nunca han terminado por encajar, unos rebeldes melancólicos que veían a la gran transformación como un imposible.


Jeremy Corbyn ganó las elecciones primarias del Partido Laborista en 2015. Se convirtió en el líder de un partido que trataba de reconstruirse tras un periodo francamente difícil. Después de las tres mayorías logradas por Tony Blair en 1997, 2001 y 2005, el partido sólo había ligado derrotas elección tras elección. Además, el ala “blairista” del partido lo había alejado totalmente de sus raíces, apostando por “la tercera vía” como camino a la victoria. Funcionó para Blair, a nadie más. Tras los liderazgos débiles de Gordon Brown y Ed Milliband, en plena ebullición de los movimientos sociales contra la precariedad social, surge la figura de

Jeremy Corbyn como un líder que regresaría al partido a sus orígenes.

Corbyn es un político forjado en el antiguo laborismo. Se mantuvo firme en las últimas causas relevantes para la organización, aquellas que ahora forman parte de la prehistoria del partido: las huelgas mineras y la campaña por el desarme nuclear. Un tipo que fue capaz de debatir con Margaret Thatcher cuando pocos dentro del partido podían hacerlo, eran los tiempos donde la Dama de Hierro campaba a sus anchas, cuando un barbudo impertinente le repelía sin reparos. Corbyn llegó a la dirigencia en el que parecía el mejor momento, con una efervescencia social que se movilizaba contra los recortes y el crecimiento de una izquierda europea antiausteridad. Aupado por el ala más izquierdista del partido, parecía que el laborismo se reestablecía. Pero los tiempos cambian y el líder laborista enfrentó desafíos para los que quizá no estaba del todo preparado.


Al año siguiente de la llegada de Corbyn a la dirigencia, ocurría el referéndum por la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea. El partido laborista hizo campaña por el “Remain”, el resultado lo sabemos todos fue la victoria del “Leave” por 52% de los votos. Así se daba inicio a una nueva etapa dentro de la política británica donde el tema “Brexit” dominaría todos los debates políticos y Corbyn comenzaba a perderse, ambiguo, descolocado. El Brexit descolocó a todos realmente y ha mantenido al Reino durante los últimos años en una situación política y social convulsa. Líderes políticos han caído, otros han surgido, partidos se han desplomado y otros parecen consolidarse.


El pasado jueves 12 de diciembre se llevaron a cabo las elecciones generales y el resultado fue fulminante para Corbyn. La peor derrota para su partido desde 1935. Para Boris Johnson y los Conservadores fue la mayor victoria desde 1982, los tiempos de Thatcher. ¿Cómo pudo pasar? La campaña parecía que iba bien, tenía un buen lema, citaba a Percy Shelley: “Rebuilding Britain for the many. Not the few”. Pero todo salió mal. La popularidad del líder laborista fue cayendo en picada a lo largo del proceso, los medios opositores fueron crueles contra él, la población cada vez más polarizada tomaba partido por el mensaje simple, claro y nacionalista de Johnson: “Get Brexit Done”. Nada más que agregar. El líder conservador es un tipo limitado y torpe, pero seguro de sí mismo y de su objetivo. Durante la campaña se escondió para no dar entrevistas, se negó a ir a debates, no se vio particularmente arrollador en los que asistió y mintió cada vez que pudo. Pero le bastó con un simple mensaje para obtener la mayoría absoluta y dejar al laborismo herido profundamente.


Son diversas las explicaciones que se han dado ante el derrumbe del partido y la figura de Corbyn. Algunas me parecen interesantes pero profundizan mi desazón y desavenencia con este tiempo en el que vivimos. El Partido Laborista perdió en enclaves históricos, tradicionales zonas “rojas” votaron “azul” por primera vez en mucho tiempo. Un fenómeno curioso ocurre, sectores de la clase trabajadora, baluarte laborista han votado a los tories, en cambio sectores urbanos clase media han votado a Corbyn. Un curioso trasvase ideológico que habla de esta época en la que discursos siguen caminos por demás curiosos. Algunos achacan la derrota del laborismo a lo anticuado de las propuestas de su líder, propuestas que se enfocaban en defender los logros sociales del partido durante los años pasados como el fortalecimiento del Servicio Nacional de Salud y la vuelta a la estatización de sectores productivos que durante los últimos años pasaron al sector privado. La edad también se señala como factor relevante. Personas menores de 45 años, más activas en redes sociales fueron más cercanos a Corbyn, mientras que los mayores de 45 se decantaron por Johnson, según estadísticas ofrecidas por los análisis en medios.


Sea cual sea la razón de la derrota, lo que deja es el panorama abierto a Boris Johnson para con su mayoría ejecutar el Brexit el próximo enero, ha asegurado que el día 31. Pero el escenario resultante es inestable y por demás inquietante. En Escocia, el Partido Nacionalista Escocés ha arrasado, prácticamente borró a los laboristas y quitó más de la mitad de sus escaños a los tories, ahora tiene una mayoría más que absoluta y su líder, Nicola Sturgeon ha anunciado que solicitarán la realización de otro referéndum por la independencia. Recordar que en Escocia votaron mayoritariamente “Remain”, se rehúsan a abandonar la Unión Europea siguiendo a los conservadores. Irlanda del Norte es otro tema, un polvorín que nadie se atreve a remover del todo. La salida de la Unión traerá consecuencias en la delicada frontera que separa a los dos Irlandas, una frontera caliente que ha mantenido una paz consistente desde los acuerdos del Viernes Santo en 1998. Además, otra consecuencia de estas elecciones y su resultado fue la renuncia de Corbyn, se abre el debate por su sucesión y los babys blairs se frotan las manos para entrar de nuevo en escena. La batalla se fija entre los dos grandes bloques dentro del partido: Suaves y radicales.

Debo reconocer que en este momento tengo más preguntas que respuestas. La realidad vuelve a desbordarme y aunque puedo vislumbrar panoramas no tengo del todo claro lo que terminará pasando. No sé qué rumbo tomará el nuevo nuevo laborismo, no sé si Escocia termine por independizarse (ojalá lo haga), no sé qué pasará en Irlanda (Dios quiera lo mejor). Y no sé qué pasará con Corbyn, ese buen hombre, laborista de cepa, tipo íntegro y cordial que no culminó su proyecto.


Si pudiera comparar la carrera de Corbyn al frente del partido con discos de Manic Street Preachers diría que soñó con ser Generation Terrorists, sonó con ser revolución y cambiarlo todo, pero terminó siendo Rewind the film, pura nostalgia. Con buenos himnos, buenas frases y esa amarga sensación de que lo que sea que se espera no va a llegar. Rewind the film es un gran disco, un clásico instantáneo dirían los críticos añejos, pero no es un disco para ir a la batalla, es un disco para recordar, para tomar whiskey, fumar algunos cigarrillos y fundamentalmente recordar, recordar las huelgas, los sindicatos, recordar a Attle, Bevan, Lowry… No es fuerza transformadora, es rebeldía melancólica.


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