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It´s just Coronavirus, please don´t panic, we´re all gonna die anyway.

"El coronavirus es el influencer, el hashtag del momento, el trending topic y nuestro santo grial"



Los tiempos en soledad son grandes amigos de la reflexión y del sano ejercicio de la introspección. Con los estados de emergencia declarados en algunos países europeos y la cancelación casi total de las actividades cotidianas en muchos países del mundo, México incluido, la situación actual provocada por un virus aparentemente proveniente de un mercado en la provincia de Wuhan en China, ha desatado una ola de acciones comunitarias a nivel internacional que dicen mucho y hablan con claridad acerca del estado actual de nuestra convivencia social.


El agente viral COVID-19 es prácticamente la estrella de todos los telediarios, las portadas de periódicos y los titulares de noticias digitales alrededor del mundo, ha acaparado con suma rapidez todos los aspectos de los medios. Ha sido estudiado, analizado, pensado, criticado, desmenuzado y evidentemente repudiado en todos los niveles. Proveniente de la familia de coronavirus, ésta cepa se ha convertido en el nuevo reto para la industria farmacéutica y para la medicina a nivel mundial. En esta variación del SARS el cuadro de síntomas es muy parecido al de una gripe común. Fiebre, tos seca, cansancio, dolor de cabeza, diarrea, entre otros, han sido cosa de todos los días en los países que presentan ya cientos y miles de infectados. China posee los números más altos, con más de 80,000 mil infectados y cerca de 6,500 defunciones. El coronavirus está ya presente en cerca de 150 paises. Y su propagación meteórica ha provocado movilizaciones mundiales pocas veces vistas.


La atención que ha recibido da muestras del poder que existe sobre el control de información, la rapidez de la circulación y flujo de noticias, pero sobre todo de nuestra capacidad de corroborar e investigar acerca de un asunto que nos genera miedo y pánico. Esto último me parece justificado, lo que nos generan esas emociones son acciones que se apoderan totalmente del funcionamiento de nuestra lógica.


No ha pasado mucho tiempo para empezar a ver las reacciones que ha provocado lo que ahora ha pasado de ser una epidemia a una pandemia, escases en las tiendas departamentales, peleas dignas de una película apocalíptica por un rollo de papel higiénico, compras desmedidas para “prepararse” para el aislamiento, gel antibacterial, comida enlatada, alcohol de primeros auxilios y un sin fin de artículos que forman parte de nuestro “kit de supervivencia” para enfrentarnos al apocalipsis pandémico que el coronavirus nos ha traído. Al fin, quién nos va a decir más a nosotros sobre cómo sobrevivir, si hemos tenido una vida de educación de supervivencia al mas puro estilo educativo de Hollywood y de la industria cinematográfica. Entre películas y series de televisión nos hemos ido preparando mentalmente para este momento, incluso nos sentimos listos, preparados para lo que sea, las olas de información se apoderan de nosotros y nos dejamos llevar.


En fin, el coronavirus tiene un publicista que todos los problemas del mundo le envidian. Hace unos días reflexionaba sobre lo que esto ha generado en términos de consumo de la información, cadenas de whatsapp, teorías conspiranóicas (que nunca deben dejar de faltar en nuestras recetas del fin del mundo). Y por supuesto, nuestra nula habilidad de sortear las fake news, desmentidas por montones cada hora del día.


Hace unos días en Siria se cumplían 10 años de que el país vivía una guerra, en la que según cifras oficiales de la Organización de las Naciones Unidas, se calculan unos 400,000 muertos, entre los que aproximadamente unos 25,000 son infantes. Sin contar los miles que han huído del país. Desplazamientos forzados, violencia, éxodo y un combinado de historias personales de supervivencia que se viven diariamente se han convertido a lo largo de los años en solamente una columna al margen en las últimas páginas de los periódicos, en una presentación de 15 segundos en los noticieros y si acaso, una mención en los debates sobre los problemas más graves que existen actualmente. No genera pánico, no genera miedo, y peor aún, no logra convertirse en una pandemia que acapare toda nuestra atención como un problema que debe, con urgencia atenderse.


De igual forma, en este mismo momento, cientos de centroamericanos se juegan la vida en la odisea de cruzar las fronteras de sus países y de otros más con tal de escapar de su realidad, esa que los ha expulsado y declarado parias de su tierra, objetos arrojados a las garras del olvido y de la indiferencia. Muriendo en el camino, siendo secuestrados, proclamados premios de las agencias de tráfico de personas y dejando una huella apenas y visible en un mundo y una sociedad que los considera menos importantes que las cosas que sí importan, como el coronavirus.


A su vez, sumergidos en la pobreza miles de personas mueren todos los días de hambre, en la más cruda realidad en esa que no se viraliza, al contrario esa que ya forma parte de nuestro día con día, a la que no prestamos tanta atención como las cadenas de whatsapp a las que hoy estamos atentos como nunca, a la que obviamos y no dedicamos el tiempo de reflexión y preocupación que ahora ejercemos con tanta determinación.


En ese mismo espacio temporal, miles de personas mueren de enfermedades crónicas, diabetes, cáncer de pulmón, y ¡vaya! enfermedades curables a través de la misma prevención que ahora proclamamos como reina de nuestra cotidianidad. Lavándonos las manos como si no supiésemos las reglas básicas de higiene que desde pequeños nos dijeron, somos selectivos en nuestras prioridades, de eso no hay duda. La sociedad, esa masa compuesta por millones de mentalidades y formas de expresión individual es torpe, no es organizada, pero si virulenta, ha decidido caer en las redes publicitarias y de gravedad de la pandemia del momento, esa que hará millonarios y hará ganar fortunas a quienes ya se encuentran en la carrera por patentar la vacuna que nos salvará de este terror denominado coronavirus. Curioso es que el nombre incluso llegó a generar confusión en Italia por su relación lingüística con la cerveza mexicana corona, llegando al punto de no comprarla más, generando pérdidas millonarias a los empresarios cerveceros. Brillante discernimiento tenemos como civilización.


El mundo vive en un estado pandémico desde hace ya algunos siglos, los problemas van y vienen, unos nos importan más que otros, y escogemos cuales son más importantes que los demás. Los que apelan a nuestros miedos son los que generalmente se apoderan de este templete llamado mundo. Con ello no quiero subestimar la gravedad de la pandemia a la que nos enfrentamos hoy en día, y en la que agradezco el trabajo incansable de los miles de médicos que se han enfrentado valientemente a una situación de contagio y de posible muerte. Desde los médicos chinos que estuvieron en la primera línea de fuego, hasta los que en este preciso momento están en ella, a todos ellos gracias.


Tal vez estos sean desvaríos provocados por la posición que he adoptado de observador, como en una especie de mirador del caos. De la angustia y de las reacciones casi instintivas de las que he sido testigo. Es impresionante lo que el miedo genera, y ahora en concordancia con las recomendaciones de los gobiernos paternalistas a los que siempre criticamos, aquí me encuentro, recluido y escribiendo desde la seguridad de mi habitación, lavándome las manos cada que lo recuerdo y levantando las cejas como saludo a la distancia. Esperemos que el estado generalizado de miedo pase rápido y esto se sume al anecdotario de apocalipsis que hemos sobrevivido aquellos que hemos estado al pie del cañón desde el fin del mundo del 2000. Al final de cuentas, solo espero que lleguemos sanos y salvos a la parte final de los créditos de esta película de una saga cada vez más exitosa en taquilla. Mañana habrá otra pandemia, de otro tipo y más importante. Así que please don´t panic we´re all gonna die anyway.

¡Ah! Y no olviden lavarse las manos. No sean cochinos.




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