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¿Año Cero?

...Vosotros, por otra parte, armados con los medios de producción moderna, multiplicando la capacidad productiva del hombre de las cavernas un millón de veces, sois incompetentes y atolondrados, incapaces de salvaguardar para millones siquiera el mísero trozo de pan para sostener su integridad física. Habéis dirigido mal el mundo y os lo tendrán que quitar.

Jack London

Las crisis poseen una naturaleza dual, dentro de la catástrofe, siempre ofrecen oportunidad. Ahora, inmersos en una particular crisis sanitaria originada por la propagación mundial del Covid-19 que, a su vez, proyecta otras tantas volvemos a encontrarnos con esta dualidad. La significación de esta crisis radica más que en su alcance o letalidad en su momento. En cierto sentido, hay que entenderla como una concatenación de tribulaciones que nos han traído a este punto.


Los primeros reportes de brotes ocurrieron en China a finales de noviembre de 2019. El gobierno de este país, fiel a sus protocolos, ocultó la información y trató de controlar la situación. Ante este escenario, la población de Wuhan, epicentro del problema, comenzaba a especular y formular teorías sobre esa extraña neumonía que comenzaba a afectar, particularmente a los ancianos. Ante el incremento de casos en enero de 2020, las autoridades no pudieron controlar más el tema y expusieron al mundo la nueva epidemia. Fue entonces cuando las drásticas medidas fueron tomadas: se cerraron ciudades y se inició un profundo control sobre la población. Medidas que en unas semanas, parece que han dado resultados, aunque siempre es recomendable ser prudente con las estadísticas de las autoridades chinas. China marcó entonces el camino con los pasos a seguir y a evitar durante la contingencia.



Fueron esas semanas iniciales de información sesgada las causantes de la propagación del virus. Rápidamente comenzó. El primer foco exterior fue Irán, donde los infectados y muertos crecían vertiginosamente. Posteriormente, la amenazaba se aproximaba a occidente, encendía las alarmas y convertía a algunas de sus ciudades en puntos rojos de propagación. Primero fue en la región de Lombardía en Italia, luego fue Madrid y algunas regiones del norte de España, donde los contagios se multiplican y las muertes rozan algunos días casi el millar de personas. Después Alemania, Francia, Reino Unido se unirían a la lista de países más afectados en número de contagios, aunque con índices de letalidad marcadamente inferior a los casos italiano y español. Luego el foco se centró en Estados Unidos, Nueva York particularmente.


Al día que se actualizan estas líneas, 5 de abril, los datos globales nos muestran: 1, 237, 420 personas infectadas; 252, 944 recuperadas; y, 67, 620 muertes. Datos confirmados por la OMS. Siempre hay que ser prudentes con las estadísticas. Pueden reflejarnos una realidad parcial de países donde los procesos acusen mayor retraso que otros. Pero, estas son las cifras oficiales con las que contamos al momento.


Insisto, la significación de esta crisis se encuentra en su momento, más que en alcance o letalidad. La contingencia desnuda las miserias del sistema actual, incapaces de resolver las vicisitudes, los gobiernos se desdicen, caen en contradicciones en directo, reculan, improvisan. El caso paradigmático debe ser el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, ahora infectado con el virus. La contingencia nos muestra a un sistema inútil. Carente de respuestas y acciones. Por citar un ejemplo, medios internacionales reportan el impacto de la crisis sanitaria en Ecuador, país que al momento reporta oficialmente: 3, 646 casos confirmados; 100 casos recuperados; y, 180 defunciones. 180 defunciones que no han podido gestionar las autoridades y muestran imágenes y testimonios como los reflejados en los medios que denuncian. 180 defunciones que hacen pensar en un flujo lentísimo de la información o en una incapacidad insultante de las autoridades. Incapacidad que no dista mucho a la de otros países. El problema es sistémico.


He aquí la significación de Covid, ha sido capaz de mostrar las miserias del mundo y la civilización de una manera cruda. Covid aterra. Aterra pensar que sea capaz de llevar al colapso a la sociedad actual y sus costumbres. Aterra a la economía, pues exige frenar o redirigir el paso del gólem creado a partir de los fangos preindustriales e industriales que sólo concibe el progreso como una marcha aplastante e irreflexiva hacia adelante. Detener parcial o totalmente el ritmo del sistema podría llevarlo al colapso. Pero aquí la pregunta es, ¿funciona ahora el sistema? Cuando ni siquiera en los países más avanzados, actuales focos del virus y baluartes liberales se tiene lo necesario para hacer frente al problema. Covid aterra al sector de la salud de todos los países pues puede llevarlo al colapso. ¿Alguno de ustedes ha acudido a la sala de urgencias de algún hospital público? Pues eso, llevamos años colapsados. Y gracias al bichito lo hemos descubierto. También hemos descubierto que no todos somos dueños de nuestro tiempo, ni siquiera de nosotros mismos. Todo se mueve por criterios económicos. Un tercio del mundo ahora se encierra, compra víveres y papel sanitario compulsivamente (¿Por qué diablos papel sanitario?). Mientras los otros dos tercios no cuentan con los mismos medios, recordar que un tercio, no cuenta si quiera con agua limpia para lavarse las manos. En cada uno de los países podemos ver esta diferencia en acción.


Cuando el vendaval se tranquilice, las consecuencias serán muchas. A la crisis sanitaria, le seguirán la económica, la política y la social. Las semanas de improductividad tendrán un coste fuertísimo para una economía que no puede parar nunca, aunque ya no sea necesaria la producción excesiva de tal o cual elemento. Se tomarán medidas para subsanar al sector productivo. Ya el poder ver a liberales y empresarios clamar por un Estado fuerte que los ampare y les ayude a crear a ellos solitos la riqueza, como siempre lo han hecho, ha valido este boleto. El chiste liberal vuelve a contarse solo. A nivel político y social la crisis muestra aristas interesantes. No hay país, salvo algunas excepciones (acaso Alemania, Rusia e Italia) en el que no exista al menos un intenso debate o una enérgica inconformidad por la manera en la que sus gobiernos están gestionando el tema. El escenario posterior muestra, al menos una profunda transformación en el escenario político en cada una de las naciones. Habrá que observar a detalle, la factura que cobra a cada gobierno su gestión. Particularmente en los puntos rojos: Italia, España, Estados Unidos. Europa cuenta con los países con mayores casos confirmados y muertes. Mientras tanto, no se decide como procederá para solucionar la crisis. Parece que la decisión de rescatar bancos en la crisis económica de 2008-2009 por alguna razón resultó más sencilla de tomar. En Estados Unidos han pasado del descrédito inicial al problema a ahora ser el país más afectado, con un claro centro en la costa este, particularmente Nueva York. Mientras esto ocurre, mantiene la guerra económica y el ánimo intervencionista con otras naciones. Las elecciones de noviembre generan incertidumbre en un país que vuelve a polarizarse entre seguidores y opositores, todos acérrimos a Trump. En América Latina continua la inquietud sobre el impacto real que tendrá la crisis sanitaria en los países y cómo influirá política y socialmente en la zona. El proceso sigue en marcha, lo único que es posible adelantar es que ninguno de los gobiernos está preparado.


Geopolíticamente, el panorama está en continua transformación. En enero, China, parecía ser el mayor afectado por el tema, ahora es referente y envía ayuda humanitaria y médica al resto de los países. China se ha fortalecido, Rusia se mantiene, Estados Unidos se hunde, Europa luce confundida, América Latina simplemente espera el siguiente golpe. Veremos cómo se desarrolla el escenario durante las siguientes semanas, aunque podemos vislumbrar un poco la dinámica que seguirá. Dinámica que marcará seguramente el rumbo global durante un buen tiempo.


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